Injusticia: Alfredo Macenac, asesinado, su familia con esfuerzo apostó a la educación, el deporte. Alfredo vivió sus 18 años con respeto hacia su prójimo, con esmero y dedicación en los estudios y el deporte, fue buen compañero y gran amigo, fue todo lo que la JUSTICIA ARGENTINA NO FUE NI ES, para el ESTADO ARGENTINO representado por Ana Dieta de Herrero, Alfredo Rizzo Romano y Carlos Bruno a Freddy no lo mató nadie…
La justicia se expidió este miércoles en Buenos Aires en torno al caso Marcenac. Su asesino, Martín Ríos, fue «salvado» al ser considerado «inimputable». El Estado le había permitido tener el arma con la que mató al joven necochense de 18 años Alfredo Marcenac, mientras caminaba por una calle porteña.
por Gabriel Conte
Al joven Alfredo Marcenac no lo mató nadie. Esa es la respuesta que el Estado le dio a sus padres y a toda la sociedad este miércoles, al conocerse la sentencia del juicio oral por su asesinato, hecho ocurrido en 2006.
Se conoce el nombre del asesino: Martín Ríos, un mayor de edad, usuario legal y registrado de armas de fuego. Se conocen las circunstancias: el joven caminaba por una porteña avenida Cabildo cuando Ríos comenzó a disparar a mansalva, hiriéndolo de muerte y dejando lesionadas a muchas otras personas.
Sin embargo, a pesar de todo lo que se sabe, la Justicia determinó que
no hay responsables de la desaparición de este joven de 18 años que había abandonado su Necochea natal para estudiar en Buenos Aires.
Utilizando -.como en muchos otros casos que bordean la impunidad- argumentos y no pruebas, la justicia determinó que el asesino es “inimputable” y evitó condenarlo, disponiendo nada más que su internación en una clínica psiquiátrica.
Pero fue el Estado el que permitió que este “inimputable” -que, según el alegato de la Fiscalía, “mató por placer”- tuviera un arma legalmente en sus manos. Y fue el Estado el que no evitó la muerte de Alfredo, que ya acongoja no sólo a Mónica y Adrián, sus padres, sino a un país entero.
Esta sentencia es un tiro a favor de la injusticia.
De acuerdo con lo señalado por los padres de Alfredo, queda claro que “el asesino, su familia y sus abogados a lo largo de casi tres años, han entorpecido el normal desarrollo del proceso”.
Cuando hablamos de las cuestiones meramente argumentales que llevaron a que el Tribunal se expidiera en torno a esta dudosa “imputabilidad” del asesino y depositario de un arma autorizada por el estado, Martín Ríos, nos estamos refiriendo a que se discutió más sobre la salud psiquiátrica del culpable que sobre ‘el derecho a la vida del asesinado.
Sin embargo, el relato de los hechos sucedidos el 6 de julio del año 2006 dejaron en claro que Ríos le disparó tres veces en la cabeza y en el pecho, con balas talladas manualmente con la única finalidad posible de producir daños irreversibles.
Tuvo la conciencia suficiente de apuntar hacia el piso para intentar exterminar a otras dos personas que se habían tirado al suelo para protegerse de sus disparos.
Y cuando huyó, escondió el arma asesina entre sus ropas, se subió a un micro y tergiversó su aspecto físico con la idea de no ser reconocido.
La triste historia de la injusticia no termina aquí. Cuando Ríos fue detenido, aun tenía en su poder una pistola con º15 balas y una en la recámara.
No hay explicación que valga. En momentos como este, hay que admitir que lo leguleyo le ganó a lo jurídico y que las tretas triunfaron por sobre la verdad. Así piensan hoy los padres y dolientes, que –aun así- apelarán este fallo y perseguirán justicia hasta que la encuentren.
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